!Oh Rosa de Sarón,
narciso de exquisita fragancia!
Te pido por el poder del Rey Salomón
que atraigas hacia mí al amor de mi alma.
Muéstrame su rostro,
hazme oir su dulce voz,
que su mano izquierda
esté debajo de mi cabeza
y su derecha me abrace.
Yo os conjuro, oh hijas de Jerusalén,
por las gacelas y por las ciervas del campo,
que despertéis al amor ahora,
que mi amado no tenga descanso
y que pase las noches en vela
hasta que me quiera,
que enferme de amor por mí.
Mi amado ha de venir,
saltando sobre los montes
y brincando sobre los collados en mi búsqueda.
Le aprehenderé y no le soltaré.
A mi huerto entrará y de su fruto comerá.
Ponme como sello en su corazón,
como un sello en su brazo.
Nuestro amor será tan fuerte como la Muerte,
como las saetas de fuego de Yahveh.
Las grandes aguas no podrán apagar nuestro amor,
ni los ríos anegarlo.
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